¡Acababa de bajar de un viaje de 28 horas en donde me había pasado todo lo que odiarías que te sucediera!
Desde mi ciudad, hasta la que hice el transbordo del bus que me dejaría - supuestamente- en mi destino, no hubo drama. Perfecto, es sólo que esas fueron las primeras tres horas de viaje.
El siguiente vehículo tardó dos horas más en llegar. Hasta ahí tampoco era preocupante, salvo por la gente impasiente, el viaje seguía bien.
Atravezamos la cordillera a paso de hormiga y tardamos horas en la fila de la policía aduanera, ya se estaba poniendo muy tedioso todo...
Lo último que comí fue un sandwiche, cuando por fin íbamos camino a Mendoza.
pasaban las hora y me quedé profundamente dormida. Cuando desperté, con hambre, vi que atardecía, me parecía raro que no pararan o dieran ni un café.
De noche pararon, y me disponía a salir, pero me di cuenta que no tenía pesos argentinos para poder comprar. Me molesté mucho pero, qué iba a hacer.
Volví a mi asiento y en la cartera tenía los sobres de café, azúcar, leche y té que me habían dado de desayuno en el primer bus, los cuales no usé pues acababa de desayunar en casa.
¡Y por suerte que los guardé! Ese sería mi único alimento hasta llegar a Buenos Aires.
Le pregunté a un auxiliar si tenían agua caliente y me lo indicó. Así pude disfrutar un café en medio de una noche fría y un servicio bastante paupérrimo que no te ofrecía siquiera una manta de abrigo.
Obviando a los niños llorando o gritando, a las señoras molestas o metiches alegando por todo, no podía faltar que el bus se detuviera... No, no para comprar nuevamente, no para cargarle gasolina, no para que los fumadores adictos saciaran su necesidad, no para ir al baño, no... ¡Se descompuso la maldita maquina!
La gente se preguntaba que pasaba, yo empezaba a sentirme mal físicamente, con un nudo en la garganta, a punto del resfrío.
Finalmente alguien habló y dijo que teníamos que cambiarnos de bus y que los que llegaban hasta Moreno fueran bajando y los demás esperáramos el próximo.
La espera de dos horas no fue lo peor, aún no llego a la peor parte...
Llegó el nuevo transporte y nos acomodamos en el. No podía creer el hedor putrefacto del bus en su totalidad ¡¿de donde venía esta gente?!
Respuesta: Venían hace dos días viajando desde quito. ¡Me quería morir! pasé las restantes cinco horas de viaje respirando por la boca y con los ojos casi irritados gracias a 30 personas que no se habían bañado en dos días. Eso había sido, sin duda, el colmo de los colmos.
No podría haber estado más feliz de llegar a un lugar que después de todo eso.